28 de abril de 2017

Unos días de maletero. Parte 3 de 8


Eran las 06:30 de la mañana, todavía estaba oscuro y no era capaz de ver el mar. Por el sonido de las olas sabía que había subido, seguramente tenía un baño épico delante de las nacires, pero todavía no había luz suficiente para verlo.

La luz del amanecer fue iluminando poco a poco un revoltijo lleno de espuma y corrientes donde yo pensaba que habría un bañazo.

Tenía un as en la manga y decidí moverme a un espigón cercano que aguanta mucho mar, pero todo parecía estar en mi contra. Al espigón no le llegaba el mar y en la desembocadura del río había demasiado. Una vez más, el océano, me había ganado la batalla.

Lo único bueno de todo aquello, era que había madrugado mucho con la esperanza de encontrarme olas buenas y tenía todavía todo el día por delante. Supertubos seguramente estaría funcionando, pero tampoco quería ir directo saltándome toda la costa y llegar a la masificación tan pronto.

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No sabía muy bien qué hacer, así que tras repasar la guía puse rumbo hacia el casino, una de las mejores derechas del norte de portugal que nunca antes había surfeado.

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Al llegar pensé que me había vuelto a equivocar, había muy poca gente en el agua y entraban series grandes que lo barrían todo. Las series tardaban bastante tiempo en venir y las medianas rompían perfectas, estuve una media hora estudiando la situación porque no estaba fácil y tampoco había mucha gente en el agua que me sirviera de referencia.

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Si había venido al casino, había que jugar, así que decidí entrar y situarme en el codo del final de las olas medianas, una zona donde las series grandes me las comía todas, pero donde podía pillar olas medianas completamente tubulares.

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Sin duda resultó ser el mejor baño del viaje, a pesar de que solo duré en el agua una hora y media aproximadamente.

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En ese tiempo el mar me machacó, sólo pude coger unas 6 o 7 olas, no salí de ninguno de los tubos pero las visiones desde dentro valieron el sacrificio.

Aquella mañana el mar me volvió a dar otra lección y me dejó tan cansado que no pude surfear el resto del día, tocaba hacer turismo.

Foto: Aveiro, la Venecia portuguesa.
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