24 de marzo de 2013

Murió haciendo lo que más le gustaba.


Antes de nada me gustaría presentarme: Soy un tablón.

Una de esas tablas largas, con volumen y diseñada para hacer reir a mi dueño.

El viento, la marea y el mar me citaron.

Me llevaron como siempre, muy incómodo entre los asientos del coche y con dos tablas cortas encima.  A pesar de todo, llegué puntual.

Bajé la ladera encima de la cabeza de mi dueño,  mientras el viento le ayudaba a bajar la colina. Cruzó un par de riachuelos y tras serpentear una duna llegó a la orilla.

Era otra tarde de olas en la esquinita de la felicidad, las series entraban ordenadas mientras desde la orilla, pegado a la fuente, me metieron en el agua.

Una vez dentro, me pegaron a las rocas del margen izquierdo, un rayo de luz entre las nubes iluminó los tojos del acantilado para que brillasen como siempre.

La corriente, como de costrumbre, nos transportó rápidamente hasta el pico.

Se sucedieron varias olas. La bajada muy abierta, los giros redondos y varios pasos equilibrando el peso para poder llegar hasta la orilla.

Remadas, olas, remontadas, pasos, giros amplios y algún que otro floater... y otra ola más... sin duda, era otra de esas tardes en las que merece la pena estar en la esquinita de la felicidad sin saber lo que pasa en el resto del mundo.

La marea empezó a bajar y la ola se ponía más bonita,  más vertical y cada vez más limpia.

Mi dueño, remontó de nuevo hacia el pico, estaba contento, la última cabalgada había sido muy larga, de las más bonitas de la tarde.

Nos subimos a esa corriente que hizo de cinta transportadora, en pocas brazadas estábamos de nuevo preparados para volver a disfrutar de una de esas sensaciones que más nos gustan.

Remó con fuerza, al momento noté la inercia de una buena pendiente, y comencé a deslizar por la superficie del agua para volver a bajar esa cuesta de la felicidad, para encarar la pared de la ola y volver a reir, a disfrutar...note sus pies sobre mi espalda, cargando fuerte sobre mi cola.

En esta última ola, también llegué a la orilla, primero la punta y luego la cola. Mi dueño me recogió y me llevó de vuelta a casa.

No salió muy contento después de esta última ola, algo no le gustó, yo intenté deslizarme como siempre y llegué hasta la orilla acompañado por esas espumas blancas que tanto nos gustan.

Cuando llegó al aparcamiento me tiró sobre el campo, cerca de su coche, al lado de un letreto que señaliza las corrientes de la playa que tras este duro invierno está roto y oxidado.

Me quitó el invento, las quillas y también la vida.

Luego me metió en el coche, como siempre, abajo de todo, con dos tablas cortas encima. A ellas parece que las trata como a unas privilegiadas, aunque en realidad yo sé que le doy muchas más alegrías.

Al llegar a casa no me puso con el resto de tablas, me tiró a un lado en una vieja bodega y se fue.

Me miró por última vez y me dijo que estaba muerto, luego se marchó, parecía disgustado.

No entiendo su disgusto porque durante toda mi vida y hasta el último día, siempre he hecho lo que más me gustaba.






6 comentarios:

nati dijo...

Néstor,descanse en paz,muy bonito comentario!!menudo disgusto lo siento por tiiii un biquiño é unha apertiña!!!

Néstor dijo...

Gracias Nati, son gajes del oficio.

Nos recuperaremos!!!

Juan dijo...

El "dulce" beso de la muerte. Labios que no perdonan.

Néstor dijo...

Juan, Machado a tu lado no es poeta ni es nada!!!!

MiguelTheLongBoarder dijo...

Ahora q te haga IM un clasicote!!!!

Live the Life you Love dijo...

:O Qué putadaaaaa! :( Aunque gran título jajaja